Este cuento surgió de la tempestad y, aunque no tiene formato de audio, podréis ver las imágenes que se convirtieron en los protagonistas de esta historia.
El viento y la lluvia llevaban una semana haciendo de las suyas y, cuando el tiempo se calmó, fui con mi familia a pasear por la playa. Allí nos encontramos con esto.

Pero de entre todos los despojos que había arrojado la marea comenzaron a aparecer seres antiguos, algunos legendarios, que querían contarnos una histora. Y así fue como nació

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CAPÍTULO 1: LA TEMPESTAD ⛈
Los periódicos de la mañana abrían con una noticia sorprendente.
¡LOS MONSTRUOS EXISTEN!
DESCUBRIMIENTO HISTÓRICO
Tras la violenta tempestad que azotó esta noche la región, la playa de la localidad de Angulera se ha despertado cubierta por una montaña de ramas, troncos y objetos que, arrastrados por la crecida del río, han llegado a la costa. Las olas se encargaron de empujar toda esa marea hasta la orilla de la playa, cuyo desolado aspecto recuerda hoy al de un gigantesco cementerio de elefantes.
No es la primera vez que las riadas nos dejan un paisaje semejante, pero lo extraordinario del caso es que, en esta ocasión, entre la maraña de maderos y residuos han aparecido unas misteriosas criaturas petrificadas.
Se trata de una serie de monstruos y de extraños animales de tamaño fabuloso que poblaban nuestros bosques y de los que tenemos conocimiento a través de las antiguas historias que han ido pasando de generación en generación desde tiempos inmemoriales. Por primera vez se constata que las criaturas fantásticas de las que nos hablaban nuestros abuelos sí existieron, tal y como ellos afirmaban.
Los destacados zoólogos y paleontólogos que acudieron al lugar para estudiar a estas extrañas criaturas no se explican el hallazgo, que contradice frontalmente las tesis científicas que desde hace siglos negaban la posibilidad de su existencia. Según las declaraciones del portavoz de los científicos, parece tratarse de especies extinguidas hace mucho tiempo, ya que sus restos se encuentran fosilizados. Entre los extraordinarios animales descubiertos se encuentran: un dragón, el cuerpo mutilado de un gigante, un koala gigante a lomos de un lagarto, la pata de un cíclope y un hombre-palo.
La multitud de curiosos pudo ver cómo cada una de estas piezas era cuidadosamente introducida dentro de un tráiler que las trasladará al museo provincial, donde serán objeto de un estudio exhaustivo para datar su edad y determinar su procedencia.

CAPÍTULO 2: LA MAZMORRA 🐉
El reloj del vestíbulo del museo provincial daba la medianoche cuando, en el almacén del sótano, se oyó cómo se abrían las tapas de tres grandes cajones de madera. A continuación, la paja con la que los habían rellenado para proteger las valiosas piezas que contenían comenzó a agitarse enérgicamente.
- ¿Qué sitio es este? ¿Acaso hemos acabado en el fondo de una lóbrega mazmorra? -exclamó el dragón tratando inútilmente de escupir las briznas de paja que se le habían metido en la boca.
- ¿Una mazmorra? -repitió el gigante incorporándose-. Es posible: esto está muy oscuro. Yo no veo nada de nada.
El pequeño hombre-palo, que trepaba desde el interior de uno de los cajones intentando salir, respondió:
- ¿Cómo quieres ver nada si estás descabezado?
El gigante se palpó el lugar en el que debería estar su cabeza y alarmado descubrió que no se encontraba sobre sus hombros. Su voz, cavernosa y angustiada, salía por el hueco del cuello:
- ¡He perdido la cabeza!
- ¿Y cómo es que puedes hablar sin cabeza? -. El dragón, cansado de masticar paja, despidió una nubecilla de fuego que achicharró las pajitas de su boca en un instante y, carbonizadas, cayeron al suelo.
- Por si no lo sabes, los gigantes hablamos con el corazón, Rufus -respondió tratando de ponerse en pie. Entonces perdió el equilibrio y se desplomó dentro del cajón.- ¿Pero, qué demonios ha pasado?
El hombre-palo no había conseguido aún saltar al exterior.
- Lo que te pasa, Sansón, es que también te falta un trozo de pierna. Espera un momento.
Y se lanzó a bucear en el mar de paja hasta que emergió de nuevo arrastrando una pata que le superaba en tamaño.
- ¡Mira lo que he encontrado! Una pierna de cíclope, puede servirte.
Forcejeando un poco, lograron encajársela por debajo de la rodilla.

- Y ahora, si me haces el favor de sacarme de este cajón -rogó el hombre-palo.
El gigante lo cogió entre sus dedos y lo depositó con cuidado en el suelo de la sala. Después se puso de pie y probó su nueva pierna. Tropezó con vitrinas, mesas y cajas, porque caminaba a ciegas, pero al menos, el apaño funcionaba.
- ¿Alguien puede quitarme a este pesado de encima? -gruñó un enorme lagarto que cargaba con un koala igual de grande que roncaba abrazado a su lomo.
El hombre-palo trató con todas sus fuerzas de separarlos, pero el koala parecía pegado con cola. El gigante también lo intentó, siguiendo a ciegas las instrucciones del lagarto y del hombre-palo, y ni siquiera con su descomunal fuerza pudo despegar al dormilón.
- ¿Y si intentáis despertarlo?
Le hicieron cosquillas, le pellizcaron, incluso el dragón le chamuscó una oreja, pero lo único que consiguieron del koala fue que, incómodo, se removiera y girara la cabeza para apoyar ahora la otra mejilla. Después siguió durmiendo tan tranquilo. No les quedó más remedio que darse por vencidos.
- ¡Hay que salir de este castillo! -bramó entonces el dragón-. No sabemos con qué oscuras intenciones nos han traído aquí. ¡Esto no me huele nada bien!
- Tienes razón -asintió en gigante convencido- dime dónde se encuentra la puerta de la mazmorra y la derribo de un puñetazo.
- No va a ser tan fácil, seguro que detrás hay un montón de guardias y soldados defendiendo la entrada -dijo el hombre-palo.
Los ojos del dragón brillaron peligrosamente cuando, relamiéndose, respondió:
- ¡Eso dejádmelo a mí! Yo me encargo de ellos.

Entonces, siguiendo las indicaciones del hombre-palo, el gigante se lanzó sobre la puerta del almacén y de un solo golpe la derrumbó. A continuación, el dragón se adelantó cruzando el umbral y de sus fauces surgió una fabulosa llamarada capaz de amedrentar hasta al más valiente de los caballeros. Pero toda su fiereza se apagó de sopetón al descubrir que no había nadie esperándolos fuera: ni guardias, ni soldados, ni carceleros. Tampoco se veían más celdas, solo un frío pasillo blanco tenuemente iluminado por unas extrañas burbujas con luz en su interior y unas escaleras al fondo.
- ¿Cómo han logrado huir tan deprisa? -preguntó sin salir de su asombro.
- Igual es que no había nadie -dijo el lagarto.
- ¿Cuándo se ha visto una mazmorra sin vigilancia? Esto resulta de lo más extraño.
- Quizás la puerta estuviera guardada por un encantamiento y por eso no necesitaban soldados -sugirió el gigante.
- ¡Pues menuda birria de encantamiento, entonces! -repuso el hombre-palo asomándose al pasillo-. No sé. Esto es muy misterioso. Propongo que alguno de nosotros suba esas escaleras y explore el terreno para saber a qué nos enfrentamos.
- Yo, con este fardo encima, no puedo. Iría demasiado despacio -dijo el lagarto mirando de reojo al koala que seguía frito, roncando sobre su espalda.
El dragón, que era muy valiente, como todos los dragones, exclamó:
- ¡Yo lo haré! No dejaré ningún rincón por registrar y, de paso, me comeré a todo caballero que se cruce en mi camino.
- Sera mejor que me encargue yo -intervino el hombre-palo-. Soy menudo y puedo pasar desapercibido camuflándome entre la piedra de los muros o en las enredaderas de los torreones. En cuanto encuentre la salida más segura vuelvo para informaros.
El dragón bufó aburrido: para una vez
que se le presentaba una aventura emocionante, tenía que quedarse encerrado
como una princesa en su torre.

CAPÍTULO 3: EL MAGO 🧙🏻
El hombre-palo desapareció escaleras arriba. Iba pegado a la pared, aunque su estrategia de confundirse con el muro no funcionaba: al contrario de los castillos que él conocía, este no estaba construido en piedra, ni tenían rendijas en los muros y tampoco era sombrío, porque, incluso ahora, en lo profundo de la noche, pequeñas lucecitas como luciérnagas alumbraban suavemente las paredes blancas del edificio.
Sigilosamente atravesaba salas repletas de pinturas, estatuas y vitrinas donde se exponía una triste colección de animales disecados. Una habitación le llevaba a otra y esta a otra nueva, todas parecidas. Pero ni rastro de las cocinas, los aposentos reales, la sala del trono o las caballerizas. Aquello parecía un laberinto encantado donde todo estaba muerto, metido dentro de lienzos, convertido en piedra o apagado, como los animales que lo miraban con sus ojos vacíos.
- ¡Esto tiene que ser obra de un mago muy poderoso y también muy inteligente! -reflexionó-. Está ideado para disuadir a cualquiera que se acerque, con la amenaza de encantarlo para siempre, como a estos pobres desdichados.
Pero no se desanimó tan fácilmente: continuó su búsqueda que, a veces, le llevaba de vuelta a la misma habitación por la que había pasado un rato antes. Después de dar vueltas y más vueltas, finalmente se topó con una majestuosa escalinata digna del más soberbio de los palacios, presidida por un gran busto de piedra, “con la cabeza del rey”, pensó, que desembocaba en un espacioso vestíbulo y, al fondo, unas puertas de cristal reforzadas con una sólida reja de hierro por fuera.
- ¡Ahí está la salida! -respiró aliviado.
Ahora solo tenía que desandar el camino y conducir hasta allí a sus amigos.
Trataba de hacer memoria para no perderse en su ruta de regreso cuando, de repente, vio al fondo del hall una figura que se movía dentro de un extraño aposento con paredes transparentes. Ejecutaba un extraño baile ritual con los ojos cerrados. Sin duda, se trataba del mago del castillo, porque la habitación estaba envuelta en una claridad mágica.
Para observar mejor, se escondió entre el ramaje de una planta cercana y se quedó boquiabierto al descubrir que en centro de la pequeña estancia había un original asiento con ruedecillas en las patas rodeado por un montón de curiosos artefactos con lucecitas que parpadeaban y, en un lugar destacado, aparecía la bola de cristal más extraña que hubiera visto nunca: en realidad, no se trataba siquiera de una bola, no tenía forma esférica, sino que era plana, como una ventana dividida en seis partes, en cada una de las cuales se veía una habitación del castillo. A través de ella, el mago podía vigilar a los personajes y a los animales encantados que el hombre-palo había visto en las estancias del edificio.
Muy impresionado, echó a correr de vuelta para comunicarles a sus compañeros su descubrimiento.

CAPÍTULO 4: LOS TORTOLITOS 💕
Pío, el vigilante nocturno del museo, llevaba varias horas aburrido en la sala de control, jugando al solitario en el ordenador. Tenía un trabajo muy tranquilo, pero también bastante monótono, y necesitaba despejarse para aguantar despierto toda la noche, así que decidió que ya era hora de estirar las piernas o, más bien, de mover el esqueleto, que era más divertido. Echó un último vistazo a los monitores. Una vez comprobado que todo estaba en orden se colocó los auriculares para sentir la música con más intensidad, se levantó de un salto y se puso a bailar y a cantar dentro de la cabina de vigilancia donde trabajaba.
De pronto, por el rabillo del ojo le pareció ver algo o a alguien que se movía por el vestíbulo. Salió del cuarto e inspeccionó palmo a palmo el amplio hall, porque además de un gran bailarín se consideraba un concienzudo vigilante al que no se le escapaba una.
Más de una vez había descubierto a un ratón agazapado en un rincón del museo, tras seguir la huella de sus excrementos; e incluso, en una ocasión, se dio cuenta de que la señora de la limpieza había colocado el rollo de papel al revés en el baño de caballeros.
Pero su momento más glorioso fue el día en que instalaron el imponente busto en homenaje al fundador del museo que presidía la escalinata de entrada. Cinco minutos antes de que llegasen las autoridades para la inauguración, se dio cuenta de que había entrado una paloma y había hecho sus necesidades sobre la cabeza de piedra. ¡Menos mal que avisó para que lo limpiasen a tiempo! Aquel día recibió una calurosa felicitación por parte de la directora del museo.
¡Desde luego, se podía decir que era todo un especialista en cacas!
Después de bailar durante más de una hora decidió descansar: ya había hecho suficiente ejercicio para sentirse en forma, así que se sentó, comprobó que todo seguía tranquilo en la pantalla y se entretuvo sacando brillo a la placa de la gorra y de la pechera de su uniforme, luego se cortó las uñas y, alrededor de las cuatro de la mañana, marcó el teléfono de su novia Paloma para darle los buenos días. Ella madrugaba mucho, porque trabajaba en una panadería, así que él solía despertarla y hablaban durante un buen rato. Ese era su “momento romántico especial”, porque Pío solía dormir por la mañana, cuando llegaba a casa, y Paloma por la tarde, después de salir de la panadería y, como no coincidían muy a menudo, echaban largas parrafadas durante la noche.
- ¡Buenos días, palomita! Hay que levantarse del nido -le decía mirando embelesado la foto de Paloma, que tenía sobre la mesa.
- ¡Buenos días! -bostezaba ella-. No hay despertar tan dulce como escuchar los gorjeos de mi ruiseñor al otro lado de la línea. ¿Qué tal tu noche?
- Con los ojos tan abiertos como los de un búho, velando por la paz y el orden -respondió Pío, muy metido en su papel de vigilante.
- Te echo de menos, pichoncito -le susurraba Paloma con voz mimosa.
- Y yo a ti, tortolita. Pero no te preocupes, pronto construiremos nuestro nidito de amor y viviremos siempre juntos como dos periquitos felices.
- ¡Ay, pero qué piquito de oro tienes!
Y así siguieron arrullándose durante un buen rato…

CAPÍTULO 5: LA CABEZA 🔥
- Traigo dos noticias: una buena y otra mala -dijo con el aliente entrecortado el hombre-palo en cuanto regresó junto a sus compañeros.
- ¿Cuál es la buena? -preguntaron todos a la vez. Bueno, todos menos el koala, que seguía roncando a lomos del sufrido lagarto.
- Pues que he encontrado una cabeza que puede servirte, Sansón y además está muy cerca de la puerta del castillo.
El gigante sonrió feliz y esperanzado, solo que con el corazón, porque boca no tenía, claro.
- ¿Y la mala?
- La mala es que la puerta está guardada por un mago muy poderoso. ¡El más poderoso y extraño que haya visto nunca! En lugar de túnica, llevaba unos calzones que le llegaban a los pies y no utilizaba un sombrero puntiagudo, sino una curiosa gorra con visera y un camafeo de oro en el centro. Esa misma joya la llevaba también prendida a la altura del pecho. Sospecho que son talismanes para proteger su cabeza y su corazón. ¿Y sabéis qué significa eso? Pues que es prácticamente invulnerable y que tenemos un problema.
- Si tan poderoso es, se daría cuenta de que estabas allí, ¿no? -preguntó el gigante.
- En ese momento estaba realizando un sortilegio y no me vio. Pero cuando salí de aquel lugar noté cómo se abría la puerta transparente y salía al gran vestíbulo, sin duda porque me había presentido.
- ¡Yo no tengo miedo de ningún mago! ¡Me lo zampo, y ya está! -fanfarroneó el dragón.
- ¡No seas zoquete! Antes de que te acerques te habrá convertido en ceniza.
- ¡Pero yo quiero una cabeza nueva! -la voz del gigante sonaba triste y cavernosa.
El hombre-palo se rascaba la cabeza, pensativo:
- Tenemos que discurrir algo para salir de aquí, y debemos hacerlo cuanto antes.
- Yo no puedo, me duele mucho la espalda -gimió el lagarto.
- Solo se me ocurre distraerle con alguna estratagema para que no nos vea escapar.
- ¿Qué tal un poquito de fuego para hacerle entrar en calor? -sugirió el dragón expulsando una nubecilla de humo por su boca.
Después de pensárselo un rato, el hombre-palo suspiró:
- No se me ocurre una idea mejor, así que podríamos probar: provocaremos un pequeño incendio y aprovecharemos la confusión para escaparnos. Pero primero hay que conseguir la cabeza para Sansón sin llamar la atención del mago.
Todos estuvieron de acuerdo y el hombre-palo repartió las tareas:
- Me seguiréis en fila hasta la entrada del castillo sin hacer ruido. Es importante que el koala deje de roncar.
- Yo me ocupo -dijo el gigante.
- Bien, una vez lleguemos allí, Rufus provocará un fuego en la sala donde habita el mago y, en ese momento, agarramos la cabeza del pedestal y te la pones en su sitio -dijo dirigiéndose al gigante-. Después, te ocuparás de derribar la puerta.
- ¿Y yo qué hago? -preguntó el lagarto.
- Tú procura moverte lo más rápido posible para no quedarte atrás.
- Una preguntita -intervino el dragón mientras se afilaba las garras en la pared-. ¿Hay algún inconveniente en que me coma después al mago? Es que me empiezan a sonar las tripas.
- ¡Pero tú has perdido la cabeza! -exclamó nervioso el gigante.
El dragón refunfuñó malhumorado:
- Que yo sepa el único que ha perdido aquí la cabeza eres tú.
- ¡Dejad de discutir! Lo esencial es escapar -explicó algo irritado el hombre-palo-. No creo que nos sobre tiempo para cenar y, además, dudo que sepa bien la carne de mago.
- Nunca la he probado, por eso tenía curiosidad, bueno… y también hambre -suspiró el dragón.
- ¡Vale! -cedió finalmente-. Si no tardas mucho, puedes comértelo.
El dragón rugió de satisfacción y enseguida se pusieron en marcha. Precedidos por el hombre-palo atravesaron pasillos y salas. El gigante era tan grande que, aun sin cabeza, tenía que caminar medio agachado. Como no veía nada, posó una de sus manos sobre el lomo del koala para que le sirviera de guía y, cada vez que la respiración del dormilón se hacía más fuerte, le tapaba la boca, evitando así los ronquidos. Entonces, el koala levantaba la cabeza confuso, abría un ojo, suspiraba, y se volvía a dormir.
Cuando ya estaban muy cerca del vestíbulo, el hombre-palo les hizo una señal para indicarles que se parasen y se adelantó para inspeccionar el terreno. Se escondió detrás de la estatua para vigilar desde allí al mago, pero no lograba verlo, así que se deslizó hasta llegar a la planta cercana a la habitación de cristal. Desde allí pudo comprobar con sorpresa que no había nadie dentro; en cambio, sobre la mesa vio brillar el talismán del gorro del mago y también descubrió, colgada del respaldo del asiento, la extraña casaca que lucía en la pechera el amuleto dorado.
“¡Estamos de suerte!” -pensó. Y corrió
a informar a sus compañeros.

CAPÍTULO 6: LA HUÍDA 🐨
La noche avanzaba lentamente y Pío se sentía cansado. Se frotó los ojos, pero aun así le costaba mantenerlos abiertos, de modo que decidió ir a refrescarse un poco al baño. Se quitó la gorra, la dejó encima de la mesa y colocó cuidadosamente su chaqueta detrás de la silla. Después abandonó la pequeña sala en dirección a los aseos.
- ¡Vamos, rápido! Se ha marchado sin sus talismanes. Están todavía en su habitación. ¡Tenemos que conseguirlos ahora que no está!
- ¿Estás seguro? ¿No será que se ha vuelto invisible? -gruñó desconfiado el dragón.
- Es posible -admitió el hombre-palo-, pero es también nuestra única oportunidad y hay que aprovecharla.
Y acto seguido, comenzó a organizar:
- ¡Cambio de planes! Voy a acercarme a coger los talismanes. Mietras, Rufus, tú ayuda a Sansón a colocarse la cabeza. Está ahí, en el pedestal que hay sobre la escalera y tú síguelos lo más rápido que puedas -dijo dirigiéndose al lagarto.
No le costó trabajo llegar a la sala de cristal. Se subió a la silla y agarró la gorra de Pío. Luego se dio cuenta de que no podía cargar a la vez con la chaqueta, era demasiado pequeño, así que decidió llevarse primero el gorro del mago. Se lo puso sobre su diminuta cabeza y lo sujetó con las manos. El sombrero le cubría casi todo el cuerpo, dejando a la vista solo las escuálidas patas. Avanzó rápidamente de puntilla a través del hall en dirección a las escaleras.
Pío salió del baño abrochándose la camisa. No había nada como el agua fría para despejarse. Cuando estaba acabando con el último botón, de repente se paró. Se frotó bien los ojos. ¡No podía creer lo que estaba viendo! ¡Su gorra corría a todo correr por el vestíbulo! Cerró los ojos y respiró profundamente para tranquilizarse pensando que seguramente se trataba de una alucinación debida al cansancio. Cuando volvió a abrirlos la extraña visión continuaba: ahora la gorra subía a saltitos la escalinata. ¡Una rata! Seguro que era eso, una rata se había colado en la sala de vigilancia, había quedado atrapada bajo la gorra e intentaba huir. Corrió tras la gorra andarina y la alcanzó en el último peldaño.
- ¡Te atrapé! -fue todo lo que alcanzó a decir, porque entonces oyó un ronco carraspeo y levantó la vista, encontrándose con dos fieros ojos rojos que centelleaban en la cara de un dragón. Y Pío no vio nada más: del susto se desmayó, dándose un golpe en la cabeza al caer. Su cuerpo se escurrió escaleras abajo y quedó tendido en el vestíbulo con enorme chichón en la frente.
- ¡Es la hora de la merienda! -canturreó Rufus.
- ¡Espera! -le interrumpió el hombre-palo-. Destruye primero la habitación de cristal, no sabemos qué poderes se ocultan en ella, y después ya te lo puedes zampar rapidito..
El dragón expulsó una formidable lengua de fuego que carbonizó, en cuestión de segundos, la sala del vigilante.
¡Ahora sí! Ya podía comerse al mago. Era un poco flaco para su gusto, pero nunca había que despreciar un bocado. Empezó a bajar la escalera muy contento cuando un atronador sonido parecido al de un cuerno de caza gigante envolvió la sala y, de repente, comenzó a llover dentro del castillo. Casi al momento, al otro lado de la puerta de entrada se vieron unos artefactos sobre los que giraban brillantes luces rojas y azules, y de los que salían hombres. Alguien había dado la voz de alarma y ahora les atacaban desde fuera.
Tras unos momentos de confusión, el hombre-palo tomó el control de la situación.
- ¡Seguidme! -dijo haciéndoles correr a todos tras él en dirección a una de las salas de los cuadros.
Para avanzar más rápido, el gigante Sansón, con su cabeza recién estrenada, cogió bajo el brazo al lagarto con el koala quien, desvelado, abrió nuevamente un ojo y volvió a dormirse acto seguido, acunado por el bamboleo de la carrera.
Llegaron a la sala más grande.
- No podemos escapar por la puerta principal, está rodeada de soldados -se lamentó el hombre-palo-, así que necesitamos alguna idea para escapar de aquí. ¿A quién se le ocurre algo?
Todos se encontraban aturdidos por el incesante sonido ensordecedor y por la fina lluvia que, con seguridad, eran obra del astuto mago. Había sido una lástima que no le hubieran dejado comérselo antes, pensó el dragón. Pero ahora ya no había remedio y encima, el maldito ruido no les dejaba pensar con claridad.
- Tratad de concentraros -insistía el hombre-palo tintentando conservar la calma-. En los castillos siempre hay, al menos, una salida trasera. ¿Habéis visto alguna ventana o puerta por el camino?

Los demás negaron con la cabeza. La situación era desesperada. Estaban a punto de entrar y los atraparían. Los más oscuros augurios cruzaban por la mente del dragón, el gigante, el lagarto y el hombre-palo cuando, con un bostezo, el koala abrió un ojo y, señalando el pasillo dijo:
- Por allí había una puerta.
Y dicho esto se acomodó sobre el lagarto y se volvió a quedar dormido. Echaron a correr todos en aquella dirección y, efectivamente, al final del pasillo se encontraron con una pequeña puerta. Sansón la embistió de un cabezazo, haciendo un boquete descomunal por el que escaparon corriendo, perdiéndose entre la oscura arboleda que los alejaba del castillo.
CAPÍTULO 7: EL ROBO 👮🏼♂️
Al día siguiente, los periódicos volvían a abrir con otra desconcertante noticia:
MISTERIOSA DESAPARICIÓN
Esta noche se ha perpetrado un lamentable robo en el museo provincial. Los extraños seres petrificados encontrados ayer en la playa de Angulera y que fueron trasladados para su estudio al museo provincial han desaparecido.
Las piezas, almacenadas en el sótano, no estaban en su lugar cuando, tras sofocar el pequeño incendio que se declaró en la sala de vigilancia de la entrada, los bomberos y la policía registraron el museo.
Se cree que el robo fue obra de una banda organizada, probablemente especializada en el tráfico ilegal de animales exóticos y obras de arte. Los ladrones fueron muy hábiles al incendiar la cabina del guardia de seguridad, donde se guardan las grabaciones que registran las cámaras de vigilancia del museo y que han desaparecido entre las llamas. Aunque la alarma anti-incendios alertó a la policía, que casi de inmediato se presentó en el lugar, los delicuentes escaparon por la salida de emergencia antes de que los agentes tuvieran tiempo de reaccionar.
Otro dato curioso es que, además las criaturas petrificadas, la única pieza sustraída fue el busto del fundador del museo, que presidía la escalinata principal. La policía está trabajando con varias líneas de investigación que tratan de vincular el robo de la estatua con el de las otras piezas.
El único testigo del robo fue el vigilante nocturno, a quien se encontró inconsciente en el vestíbulo, tras ser golpeado por los ladrones. Trasladado al hospital provincial, despertó unas horas después.
Al abrir los ojos, y probablemente a causa del golpe y de la medicación recibida en el hospital, el vigilante de seguridad, presa de una agitación incontrolable, afirmó haber visto esa noche a un dragón de ojos rojos. Los médicos declararon que los atentos cuidados de su novia, que constantemente le repite “Pío, Pío” ayudarán a su pronta recuperación aunque, de momento, el paciente no ha vuelto a decir “ni pío”.

EPÍLOGO: EL BOSQUE PETRIFICADO 🧚🏻
Llegaron al Bosque Petrificado, su bosque, justo antes de que empezara a amanecer, justo antes de que el encantamiento de las hadas se desvaneciera, como cada día, con la luz del alba.
Antes de que desapareciera la última gota de magia, las hadas habían creado en un bosque remoto un refugio para acoger en él a las escasas criaturas fantásticas que habían sobrevivido a la incredulidad de los humanos. Pero por entonces la magia era ya muy débil, así que solo consiguieron realizar un encantamiento que les permitía conservar su naturaleza mágica desde medianoche hasta el amanecer, el resto del día se confundirían con el propio bosque.
Una noche, una furiosa tormenta azotó el Bosque Petrificado con un vendaval de lluvia y granizo que cogió desprevenidos a sus habitantes. Algunos se vieron arrastrados por la corriente del arroyo, que se había convertido en un violento remolino de agua y barro que se precipitaba ladera abajo.
Al día siguiente los periódicos de la mañana abrían con una noticia sorprendente: ¡Los monstruos existen!

Nota para los padres y educadores
Este cuento tiene dos curiosidades: la primera es que termina de la misma forma que comienza: “Al día siguiente los periódicos de la mañana…” y la segunda es que puede empezar a leerse por el principio, o bien, por el epílogo.😉
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El hombre-palo, el dragón, el gigante estaban ahí, yo no tuve que crearlos. Lo único que hice fue contar su historia. De ahí snació este cuento infantil.
Igual que de niños nos gustaba buscar formas en las nubes o pensar que podíamos adiestrar a una mariquita, podemos ahora jugar con nuestros hijos o alumnos a crear historias con elementos reales de la naturaleza.
Os animo a hacerlo, es una actividad creativa y gratificante que desbocará su imaginación y engrasará la vuestra.
Y si os gustan los cuentos, no olvidéis visitar el apartado de audiocuentos de Cuentitis Aguda.
Un abrazo y hasta pronto.

Precioso. Que pena n hubieses nacido unos años antes que yo,para que me deleitarás.por las noches,con esos cuentos fantásticos!!!!
¡Muchas gracias! Qué bonito lo que me dices.🥰
Es un cuento precioso y muy entretenido.Se lo leeré a lis nietos
Espero que les guste. ¡
Un abrazo!
Muy bonito cuento. Mi madre también lo disfrutó (Ahora le leo yo a ella). A mí también me gustaba encontrar formas en los fritos de bacalao, jaja. Y todavía me dura… el otro día vi una ciudad en miniatura en la placa base del ordenador de mi hijo 😆 Ahí lo dejo, por si te sirve de inspiración para otro cuento. Sigue haciéndonos disfrutar con tu imaginación 😉
😆😆😆¡Yo también hacía eso con los buñuelos de bacalao! Y lo de la placa base, un puntazo. ¡Tomo nota!
Buena costumbre esa de leerles a los padres. 🤓